Jacques de Molay, el último gran maestre templario, fue quemado vivo en París tras reconocer -bajo tortura, un detalle menor- que era un hereje. Entre las llamas maldijo a quienes hicieron posible su condena: Felipe IV, el Hermoso, y el papa Clemente V, los cuales murieron ese mismo año. Cinco años antes, en 1309, Clemente V había trasladado la sede papal de Roma a Aviñón (que entonces pertenecía al reino de Sicilia), donde permanecería como tal en exclusividad durante siete papados y dos antipapados (los dos últimos papas de Aviñón coincidieron con otros en Roma), convirtiendo esta urbe en una de las capitales del mundo. Su festival de teatro, en julio, cuando las compañías y sus carteles toman la ciudad, termina de situarla en el mapa.
10.00 Café en In et Off
Bonjour. Un café y un croissant para empezar el día. Podemos situarnos ya en el epicentro de Aviñón, intramuros (una muralla perfecta delimita todo el casco antiguo - A), en la Place du Palais. Frente a nosotros, los imponentes muros de lo que sin duda tomaríamos por un fabuloso castillo, todo almenas y torreones: el gigantesco palacio de los Papas (2). El nombre de la cafetería In et Off, situada en la plaza, hace referencia al festival de teatro, que se celebra en salas (in) o en cualquier esquina (off). Si no vamos en julio, también encontraremos alguna obra que nos sorprenda. Desde la terraza del In et Off establecemos las primeras escalas.
10.30 El patio de los actores
La visita estrella de la jornada es este impresionante y desmesurado palacio gótico, posiblemente el más importante de toda Europa, entre iglesia y fortaleza, que fue la residencia de los pontífices del siglo XIV, lleno de capillas, salas de exposiciones, patios, claustros y habitaciones privadas de los papas. El Palais Vieux (palacio viejo) lo construyó Benedicto XII; el Palais Neuf (nuevo), Clemente VI, quien compró la ciudad en 1348 por 80.000 florines, un capricho mundano. En el viejo destaca la capilla cuyo techo pintó Giovanetti; en el nuevo -por cuya Puerta de Champeaux, entre las torres, accedemos al palacio- destacan la capilla mayor y la Cour d'Honneur, el patio central, que se usa como escenario principal del festival de teatro. Pero la oración no lo ocupaba todo (ahí están los frescos del salón de caza), así que nos detendremos en la bodega, en el centro del monumento, totalmente moderna, donde podemos aprovechar para realizar una cata guiada de los espléndidos Côtes du Rhône, menuda reliquia, un placer de papa, y comprar alguna botella. Brindaremos por el alma de Clemente V y sus compañeros enterrados en la catedral (3), adosada al palacio (o viceversa más bien, pues la catedral ya estaba ahí).
13.00 'Crêpe' relleno de verdura
La encantadora calle adoquinada de los tintoreros, Rue des Teinturiers (4), corre paralela al río Sorgue, donde se teñían telas, de ahí el nombre. Las hermosas casas antiguas, los árboles, las iglesias, el río son el decorado que rodea la terraza elegida -hay muchas: todas pequeñas y agradables- para tomarnos una ensalada de quesos y un crêpe relleno de verdura. Los menús se ofrecen a precios asequibles, y el agua, como siempre, corre por cuenta de la casa. Los más frikis aprovecharemos para acercarnos a la próxima Rue du Roi René (la calle del rey renacido), donde está el teatro de Les Halles (5) (del mercado), donde quedan restos del convento de Santa Clara y una placa que conmemora el encuentro el Viernes Santo de 1327 entre Petrarca (que vivió bastante tiempo en Aviñón) y Laura, la que inspiró su Cancionero ("ardo y soy hielo, y temo y todo aplazo") y su vida. Visitaremos también el jardín vertical (6), espectacular, en la fachada del mercado (Place Pie), obra de Patrick Blanc, que también diseñó el del CaixaForum de Madrid.
15.30 El Ródano
El río Ródano viene de Suiza pasando por la elegante Lyon y la romana Orange, rodeando la mitad de la parte antigua de Aviñón. Aunque entre las murallas y el río hay una desagradable carretera, la cruzamos hasta el embarcadero, donde una barcaza nos transporta gratis hasta la isla de Barthelasse ahí mismo, en solo cinco minutos. Allí podemos pasear o tomarnos un café au lait en Le Bercail (7), o un vino, que la barcaza no la manejamos nosotros. Desde la isla contemplaremos las vistas de las murallas y el puente de Aviñón (8) (el de la canción infantil, "sur le pont d'Avignon...", con la que algunos aprendieron francés), que en realidad se llama puente de Saint-Bénézet y es patrimonio mundial, aunque para subir a él habrá que volver a la otra orilla, pues el Ródano solo dejó una parte y ya no cruza el río en su totalidad, haciéndolo único: el puente conserva cuatro de los 20 arcos que tuvo y la capilla.
17.00 El triunfo de Jeanne Moreau
Aunque no sea julio, cuando el festival de teatro, podemos aprovechar para ver alguna obra in. En la Place de l'Horloge, cerca del palacio de los Papas, llena de lugares para comer, beber o tomar un helado, está el Teatro de la Ópera (9). Donde la placa de Petrarca está el de Les Halles, y en la Rue des Teinturiers, otros donde se representa teatro más independiente. La oferta es amplia y no se olvida de los más pequeños, ni de los más mitómanos (en el último festival ha triunfado Jeanne Moreau, con 83 años, "la mejor actriz del mundo", según Orson Welles, que debutó en teatro en 1947 en la primera edición del Festival de Aviñón).
19.00 Extramuros
Al otro lado del Ródano y unida a Aviñón por el puente está Villeneuve lez Avignon - (10), que no nos defraudará, llena de lugares de interés, como el fuerte de Saint-André (11), que en su día protegía la frontera de Francia (recordemos que Aviñón no perteneció a Francia hasta 1791, cuando la Revolución). Desde sus torres tenemos las mejores vistas de Aviñón. Antes de volver podemos visitar la Chartreuse du Val de Bénédiction (12), el monasterio donde está enterrado el papa Inocencio VI. Con un poco de suerte, encontramos abierto el restaurante de este monasterio apalaciado.
20.30 'La nuit'
El día ha sido apretado, como si tuviese al menos 36 horas, y conviene ir relajándose. Lugares para cenar hay muchos, para tomar una copa no tantos, pero las medidas a la ciudad las tomamos desde el primer café. Hay cenas para todos los bolsillos, desde el restaurante de La Mirande (13), frente al palacio, con su celestial estrella Michelin, hasta las brasseries en torno a Teinturiers. En ambos casos la comida es buena y el ambiente agradable. Y en ambos casos Aviñón está ahí, rodeándonos.